03 agosto 2013

Matemáticas, Creatividad y Romanticismo. Ada Byron Lovelace

 Ada Byron Lovelace  (1815-1852)

Leo en estos días de verano el Premio Málaga de Ensayo 2012, (H)adas, de Remedios Zafra, un delicioso libro sobre mujeres que crean, programan y teclean, y reflexiona la autora sobre el sonido del tiempo propio de las mujeres cuya labor no reconocida, por no producirse en los límites del espacio de la autoridad, del espacio de la labor profesional reservados a los hombres, exige el esfuerzo de la reconstrucción, del relato no ortodoxo, del desvelamiento de las claves de la ocultación. En los márgenes, en las fronteras entre el espacio público y privado, en las lindes de la creatividad y la imaginación alimentada por una educación científica cuidada en la época del Romanticismo se oculta o se desvela a medias tras las iniciales A.A.L. con las que firma, la genial contribución de Ada Byron, o Ada Lovelace. Y recupero mis notas de una conferencia pronunciada hace años sobre ella y otras mujeres matemáticas que me permitieron trazar una genealogía desde Theano, Hypatia, Sofia Kovalevska y tantas otras mujeres matemáticas que desafiaron la contundente afirmación de Kant:

“Se nos advierte que todo conocimiento abstracto, todo conocimiento árido, debe ser dejado a la mente laboriosa y sólida del hombre. Por ello es que las mujeres nunca aprenderán geometría”

Ada, Hija de Lord Byron y Annabella Milbanke a quien aquel llamaba ‘la princesa de los paralelogramos’, fue educada por su madre en las disciplinas científicas, fundamentalmente las matemáticas. La gran Mary Somerville “la reina de las ciencias del S.XIX”, fue su tutora durante una época. Con sólo diecisiete años conoce a Charles Babbage y el proyecto de su máquina de diferencias finitas, una máquina calculadora mecánica y el más ambicioso proyecto que llamó el Ingenio analítico, una máquina más sofisticada capaz de ejecutar ciertos programas, si bien su realización práctica encontró numerosos obstáculos. El Museo de la Ciencia de Londres construyó en 1991 la máquina de diferencias de C. Babbage probando que los fracasos en su construcción no se debieron a fallos en el diseño, sino a una deficiente realización práctica.

En 1841, Babbage imparte una conferencia en Turín sobre los proyectos de fabricación de su ingenio y un joven ingeniero italiano, Menabrea,  publica en francés un artículo sobre la máquina. La contribución de Ada al proyecto fue particular. Tras traducir el texto al inglés titulado “Sketch of the Analytical Engine” y mostrarlo a Babbage, éste consciente de que Ada tiene sus propias ideas sobre la computación la anima a incluir sus notas e ideas a la traducción. Las notas, que triplican el texto incluyen una variedad de programas para la máquina, uno de ellos servía para computar los números de Bernoulli y es considerado el primer programa de computación.


Entre sus notas Ada incluyó también sus predicciones para el futuro de una máquina pensante. Pensó que podría ser utilizada para componer música, para producir gráficos, y podría ser usada para fines científicos prácticos.

Supongamos, por ejemplo, que las relaciones fundamentales de los tonos en la ciencia de la armonía y la composición musical fueran susceptibles de tales expresiones y adaptaciones (a un lenguaje matemático de programación), el artefacto podría componer piezas detalladas y científicas de música de cualquier grado de complejidad o extensión. (Nota A)

Su imaginación y creatividad resulta sorprendente, pero también su sentido de la realidad y su visión de futuro. En la Nota G, escribe:

Es deseable guardarse de las ideas exageradas que pueden surgir acerca de los poderes del Ingenio analítico. (...) El Ingenio Analítico no tiene pretensiones de originar nada nuevo. Puede hacer lo que sepamos cómo ordenarle que haga. No tiene el poder de anticipar ninguna relación o verdad analítica nueva. Su función es asistirnos. (...) Pero es probable que ejerza una influencia indirecta y recíproca en la ciencia misma. En la medida en que se distribuye y combina las verdades y la fórmula del análisis, éstas están más fácil y rápidamente dispuestas para las combinaciones mecánicas del ingenio, y las relaciones y naturaleza de cualquier objeto de estudio en la ciencia son observadas desde otra perspectiva e investigadas de forma más profunda.

El problema central del Ingenio Analítico y clave para su éxito es precisamente cómo comunicar, cómo ordenar a la máquina realizar rutinas y subrutinas o en otras palabras cómo establecer un eslabón adecuado entre los procesos mentales abstractos matemáticos y las operaciones materiales. Se trataba de encontrar la forma de diseñar un mecanismo por el que un paquete de instrucciones obligara a la máquina a repetir una determinada secuencia de órdenes cada vez que se le requiriera desde el programa principal.

La observación de los telares de Jacquard que se popularizaron a partir de su invención en 1801 y que supusieron un hito en plena revolución industrial dió la clave a  Babbage y Ada. Los telares funcionaban con tarjetas perforadas que hacían que los hilos del telar compusieran el dibujo deseado.


Ada escribió en las notas a la traducción del artículo de Menabrea:

Resulta muy adecuado decir que el Ingenio analítico teje pautas algebraicas, al igual que el telar de Jacquard teje flores y hojas. (Nota A)


Ada muere de cáncer unos pocos años más tarde a la edad de 36 años. Su madre evitó que se dedicara a la poesía, tratando de minimizar la influencia de un padre al que prácticamente no conoció, pero Ada preguntaba a su madre: si no puedes darme poesía ¿puedes darme ciencia poética?. Así concibió su corta trayectoria.


Bowden, pionero en ordenadores, ‘redescubrió’ el artículo y las notas de Ada y lo mandó reimprimir junto a una biografía y retrato de la autora. Y a comienzos de los años 80 del pasado siglo el Ministerio de Defensa americano dio su nombre a un lenguaje de programación desarrollado por ellos.

Estos aspectos de la biografía y repercusión del trabajo de Ada pueden consultarse en uno de los estudios más completos sobre Ada: el de B. A. Toole, Ada, The Enchantress of Numbers. Strawberry Press, 1992. Y en los textos de S. Plant, Ceros + Unos. Barcelona, Destino, 1997. Otros en castellano: L. Figueiras et al., El Juego de Ada. Matemáticas en las Matemáticas. Granada, Proyecto Sur, 1998; X. Nomdedeu, Mujeres, manzanas y matemáticas. Entretejidas. Madrid, Nivola, 2000.

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