La
ciencia y las tecnologías han dado forma a nuestras sociedades globales,
también a nuestras vidas y nuestras relaciones, de forma creciente en las
últimas décadas. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que los valores, roles y
estereotipos en nuestras sociedades también contribuyen a dar forma a la manera
en que utilizamos, diseñamos y producimos tecnologías. Tenemos que abordar
esta influencia bidireccional desde la perspectiva de género ya que el uso de
“género” como una categoría analítica nos permite avistar los sesgos y las
claves de la construcción social de los sujetos de la ciencia y la tecnología.
No
es esta una tarea nueva. Ya han pasado décadas desde los iniciales trabajos en
ciencia y género que desarrollaron diferentes líneas y perspectivas y cuyas
autoras: S. Harding, Helen Longino, E. Fox Keller, Ruth Bleier, Londa
Schiebinger y, por supuesto, Donna
Haraway, entre otras muchas más, son ya ampliamente conocidas. Perspectivas que
transitaron desde el empirismo feminista, a las perspectivas neomaterialistas y
hasta las posiciones postmodernas y las ciberfeministas actuales que ponen el
acento en la necesidad de una apropiación crítica de las tecnologías, que
permita la participación de las mujeres y otras minorías en la generación de
nuevos discursos, nuevos significados y cultura.
Las
primeras etapas de la crítica feminista de la ciencia y la tecnología (años 70
y 80 del S. XX) nos ilustraron sobre los sesgos de géneros presentes en la ciencia,
lo que generó un debate epistemológico sin precedentes al hacer visible el
papel de los valores en el núcleo mismo de la creación de los conocimientos
poniendo en duda la supuesta neutralidad, objetividad y racionalidad en
mayúsculas de la ciencia; y nos mostraron los mecanismos de exclusión de las
mujeres de la profesión, lo que permitió recuperar y visibilizar a las mujeres
a lo largo de la historia de la ciencia, tareas en las que se siguen generando
nuevas investigaciones.
Los
debates actuales del tecnofeminismo y el ciberfeminismo exigen tener mucho más
presente las dinámicas de la generación de conocimientos y el papel de los
sujetos y sus compromisos en la práctica científico-tecnológica actual. El
panorama muestra una muy rica pluralidad de posiciones, herederas unas y
divergentes otras con las perspectivas desarrolladas en las décadas anteriores.
Así, por ejemplo, en los 90, las teóricas y activistas criticaron la tecnofobia
presente en muchos desarrollos teóricos apostando por visiones de la tecnología
más acorde con su potencial transformador. Conscientes del papel central de las
tecnologías, especialmente las TIC, hoy, hay una gran cantidad de
investigaciones desde diversas disciplinas que abordan la infrarrepresentación
de las mujeres en la ciencia y las tecnologías y los análisis subrayan:
-Las
claves de la construcción cultural de los géneros y los estereotipos como
mecanismos de reproducción social, exclusión, desvalorización e
invisibilización de las prácticas y actividades científicas y tecnológicas de
las mujeres. Los lenguajes, los significados de una cultura androcéntrica que
persiste en observar la relación mujeres-máquinas como no propia, extraña, se reproducen.
Siendo ellas naturaleza, el arte de la techné, el mundo de lo artificial no les es
propio.
-También
abordan las claves institucionales y sociológicas del uso de las tecnologías (brechas
digitales) y en la conformación de las profesiones donde se siguen observando las discriminaciones
jerárquicas y territoriales y el persistente techo de
cristal, conceptos ya clásicos aplicados fundamentalmente a la situación en la academia. Y los nuevos mecanismos observados: la leaky
pipeline (cañería que gotea) y la más interesante vanish box (caja mágica) o el analizado en recientes textos: la trapdoor
(trampilla). Mecanismos que explican las asimetrías de género en las
trayectorias profesionales de las mujeres y los hombres, advirtiendo con
preocupación cómo podemos hablar de un verdadero desalojo de las aulas y
profesiones TIC. Los datos son realmente preocupantes, varios estudios señalan que en EEUU en computer science las mujeres obtenían en 1985 el 37% de los títulos, en 2012 sólo el 18%.
-Cuando
hablamos de prácticas profesionales el número es realmente bajo, pero
además muchas de las que entran en la industria, se van. Harvard Business
Review en 2008 publicó un informe sobre las mujeres en ciencias, ingenierías y
tecnologías y encontró que: entre los 25 y 30 años las mujeres con
formación y títulos en estos ámbitos alcanzaban el 41%, pero el 52% de este talento
es expulsado, y señala que el más importante antígeno es el machismo que continua permeando
estos contextos; así el 63% de las mujeres en estas áreas ha experimentado acoso sexual, microagresiones, sentimientos de vulnerabilidad, incomodidad y esto hace que decidan
abrir esa trampilla e irse. En los últimos años es evidente la percepción de que la industria informática y TIC configuran un ambiente en gran medida tóxico para las mujeres.
-Las
investigadoras también realizan análisis de las culturas y la “ceguera de
género” en el diseño tecnológico. Algunos casos paradigmáticos pueden ser estudiados en Gendered Innovations de
Londa Schienbinger. Por ello es necesaria una mayor presencia de mujeres con
conciencia plena de cómo la cultura da forma, cómo está inscrita, en cada una
de las tecnologías que se desarrollan. Es este un tema apasionante que estoy
segura de que preocupa especialmente a las mujeres ingenieras y tecnólogas que comienzan a observar con atención los discursos con perspectiva de género provenientes de otros ámbitos de conocimiento.
-No menos importante es el debate sobre los derechos de las mujeres en Internet y el preocupante avance del
sexismo en la red, los viejos y permanentes estereotipos con nuevos ropajes,
ciber-acoso, violación de la privacidad, publicación de archivos privados, etc, pero también el análisis de la red como propiciatoria de nuevos
espacios de liberación como es el caso de las mujeres blogueras en contextos de guerras y
exclusión y que promueven luchas por la igualdad y
avances en derechos.
Estos
son algunos de los muchos temas que muestran la urgente necesidad de aunar
esfuerzos inter e intradisciplinares, poniendo en juego todos los métodos y
herramientas de análisis y dimensionar sus consecuencias globales en las vidas
de las mujeres. Los resultados sugieren que el problema es complejo, y que está
plagado de dilemas y paradojas, pero que es el tiempo apasionante e
ilusionante. Hacernos conscientes de estas dinámicas y problemas es el primer
paso, pero la acción y transformación de estas realidades es urgente.
EnGendering
technologies, en el doble sentido de generar, engendrar, y con conciencia crítica
de los aspectos de género en las tecnologías, significa promover la
participación igualitaria en la educación, el diseño, la producción y el uso de
las tecnologías, especialmente en las TIC, pero también exigir que sea innovadora
e inclusiva en sus procesos y productos, conscientes del papel central que las
tecnologías tienen en la conformación de nuestras vidas, nuestras identidades,
nuestras relaciones con los demás e incluso nuestra imaginación y deseos. Ya
están en marcha multitud de programas como los de la comisión europea que
fomentan la participación de las mujeres en los estudios STEM, también las
estrategias comerciales de destacadas empresas en Internet, software, redes
sociales (Google, Microsoft…) Sin embargo, una mayor presencia de mujeres no es
garantía de una transformación de las tecnologías, no van a hacer cosas
diferentes como consumidoras, jugadoras o diseñadoras a menos que sean
conscientes de los significados culturales en los que están insertas. Los
mitos, discursos e imágenes proyectan una retórica que estructura y reproduce
nuestras visiones dominantes sobre la tecnología: los hombres son los agentes
del desarrollo tecnológico y las mujeres (salvo un pequeño porcentaje) no
tienen las capacidades y habilidades para ello o no están interesadas.
Tecnología
y sociedad se conforman mutuamente
(por utilizar el concepto de Judy Wajcman): los significados simbólicos y
culturales guían el proceso de diseño y construcción de las tecnologías y estas
delinean nuevas imágenes, significados y prácticas culturales. Los valores, las
relaciones sociales y las visiones del mundo están inscritas en las tecnologías
y desafortunadamente mantienen ideologías e identidades de género, reproduciendo
la idea de que las mujeres son extrañas al mundo de la tecnología, lo que es
históricamente falso. Hay
que tomar en serio la cultura en el proceso de innovación tecnológica: aquella
actúa como precondición y como horizonte del esfuerzo creativo en términos de
Anne Balsamo, y esta dialéctica reconfigura los espacios de posibilidad de
identidades y relaciones sociales, también de nuestras relaciones con las cosas y el
mundo. La imaginación, lo sabemos, es performativa y en el proceso activo entre
los seres humanos y los elementos tecnológicos la cultura es reelaborada a
través de la proliferación de nuevas narrativas, nuevos mitos, nuevos modos de
expresión y nuevos conocimientos que hacen que las innovaciones sean significativas,
y utilizo el concepto en el sentido ofrecido por el filósofo de la
ciencia Philip Kitcher. Significativas
quiere decir que las reconocemos como importantes, que las valoramos y que
forman parte de nuestras búsquedas y objetivos epistémicos.
El
cambio de los discursos y las prácticas y valores en el proceso de diseño y el
sistema educativo debe ser la clave para redefinir las relaciones de género
tradicionales con la tecnología. El objetivo es lograr una mejor industria, educación
y cultura TIC. Las prácticas, la agencia de usuarios y diseñadores, ocupan
ahora el centro del escenario para promover un cambio tecnológico y cultural, y
las mujeres deben participar en ese proceso. Nuevos enfoques hablan del diseño
socio-técnico, una perspectiva en la que el nuevo usuario de las TIC es la
comunidad. Participar en este proceso cultural creativo y conformador significa
participar en el diseño de un futuro común mejor y más igualitario. Y es la
colaboración estrecha, estamos convencidas, entre humanistas, artistas,
científicas sociales y naturales, ingenieras y tecnólogas, la que nos permitirá
ponernos manos a la obra. Y el objetivo es: participar conscientemente en el
acto de diseñar tecnocultura de forma ética y socialmente responsable. Esto es
consecuencia de generizar la imaginación tecnológica.
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