03 mayo 2015

Epistemología, Ciberespacio y Género


Fuente: Internet
Conferencia impartida en el Seminario Humanidades digitales el 28 de abril de 2015. Disponible en ULLmedia

Releo estos días a Feyerabend para preparar otra conferencia e inevitablemente los textos, las ideas, convergen. Como si fuera tomando vida propia y por encima de mis esfuerzos por dotar de una estructura lógica y racional al texto, donde cada parte y argumento suponga una profundización o derivación de lo anterior, el anarquismo hace presencia. Las ideas se yuxtaponen, nuevas búsquedas de información me llevan a tirar de otros hilos y nuevas conexiones inesperadas surgen. Y las palabras de Feyerabend vuelven a atraparme y me arrastran: “la ciencia es una empresa esencialmente anarquista, el anarquismo teórico es más humanista y más adecuado para estimular el progreso que sus alternativas basadas en la ley y en el orden” (Contra el Método (1975), 2007, 1). 

El laberinto de interacciones que trazan los tres conceptos: Epistemología, Ciberespacio y Género es imposible de abordar con las ingenuas y lineales leyes o pautas de una razón que busque establecer respuestas definitivas o bien delimitadas. La comprensión quedaría restringida, el lenguaje yerto y la imaginación atenazada. Solo quebrando las reglas metodológicas, infringiendo la norma, imaginando otros mundos, es posible avanzar. Cuando eliminamos del lenguaje, dice Feyerabend, aquellos significados profundos pero ya putrefactos que ha ido acumulando a lo largo de los siglos, como el de la búsqueda de la verdad, la idea de un método fijo o una teoría fija de la racionalidad, advertimos que el conocimiento no consiste en un acercamiento gradual a la verdad, por el contrario, es un océano, siempre en aumento, de alternativas incompatibles entre sí. (CM, 14) Y continúa: “expertos y profanos, profesionales y diletantes, forjadores de utopías y mentirosos, todos ellos están invitados a participar en el debate y a contribuir al enriquecimiento de la cultura” (CM,15).


Pareciera que Feyerabend imagina ya el Ciberespacioese nuevo “hogar de la mente” como lo definió John Perry Barlow en la “Declaración de independencia del ciberespacio” de 1996. No es la primera vez que se utiliza el término, es en 1984 cuando W. Gibson en la novela Neuromante juega con el concepto:

El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos... Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja...

Fuente: Internet

Propongo, pues, una exploración anarquista, en el sentido de Feyerabend, del conocimiento en el ciberespacio como núcleo de la creación cultural contemporánea y desde la perspectiva de género, dejando que ideas, teorías, interpretaciones, valores, razones y emociones tiñan el lenguaje y la visión del mundo resultante. No es esta una visión postmoderna, o no del todo, pero sí humanista: la pregunta por los sujetos de conocimiento, por el soporte mental y material de nuestras representaciones del mundo, por el papel de la razón y la imaginación y la denuncia de la exclusión intolerable de las mujeres de las prácticas de co-producción de los significados que conforman nuestra cultura, cualquier cultura, ocupan el espacio de mi maleta en esta propuesta de viaje.

Sobre los sujetos en las epistemologías feministas. Para las teóricas del empirismo feminista el sujeto de conocimiento (hombres y mujeres que deberían ocupar por igual los espacios del conocimiento), inserto en comunidades y en un contexto que determina por medio de procesos sociales cuáles son los conocimientos aceptados como adecuados a través del proceso de la crítica intersubjetiva, el sujeto es plural, y el conocimiento es social en ese sentido. Para las teóricas del punto de vista feminista el privilegio epistémico está en manos de las mujeres. Su posición subordinada en la sociedad la sitúa en un espacio de desinterés por defender contenidos y procesos que la excluyen desarrollando así una visión más objetiva en tanto proporcionada desde la distancia y perspectiva adecuada. Finalmente, el postmodernismo señala las deficiencias de esta visión sobre las mujeres y el conocimiento subrayando la realidad de los sujetos actuales: hombres y mujeres con identidades parciales, situadas, en constante cambio y construcción.


La riqueza de estas visiones deja atrás el sujeto (abstracto, ideal, masculino) de conocimiento de la tradición moderna, olvidada también (no de manera universal) la imagen de un proceso de construcción del conocimiento neutral, objetivo y libre de valores. Tal ficción no existe, sólo existió en los textos y en la retórica triunfante de una ciencia, una cultura, que siempre excluyó e infravaloró la presencia de las mujeres en el conocimiento. La preocupación por el sujeto de conocimiento, por el espacio, en tanto juego de centros y periferias y la conveniencia de la distancia y perspectiva es central en las epistemologías feministas. Pero no suele incluirse en estas preocupaciones epistemológicas un estudio de los soportes del conocimiento y cómo determina este nuestro aprendizaje y el status que le otorgamos a esos conocimientos.

Del conocimiento estructurado al conocimiento hipervinculado. Si el gran proyecto del saber de la modernidad lo constituyó el proyecto de la Enciclopedia de Diderot y D’Alambert y el objetivo de sistematizar los conocimientos, y presentarlos de forma completamente articulada conforme a los criterios de la razón, el conocimiento en el ciberespacio actual es hipervinculado, promoviendo la imaginación y creatividad. Es una estructura que tiene un potencial enorme al incluir datos de cualquier índole: lo verbal, lo visual y lo sonoro incrustados en el mismo espacio como un sistema semiótico integral. La organización hipertextual, sin embargo, se manifiesta abierta, no lineal, “caótica”, sin centros ni periferias. (Sorokina).

Planchas de la Enciclopedia


El sujeto construye sus rutas de navegación, espontáneas y diferentes (cuantas veces no tenemos la experiencia de ser incapaces de reconstruir una ruta exploratoria de cualquier tema). Experiencias únicas de secuencias de información, de relaciones imprevistas y que conforman una experiencia cognitiva y emocional única. Mapas y representaciones de la realidad que el sujeto activo construye y recrea. También está pemitido crear ficciones, desde valores y visiones del mundo diferentes a las ortodoxas, características de la libertad del pensar desde la periferia.

Sabemos que la ciencia, el conocimiento en general, elabora modelos, representaciones que cartografían la realidad y que nos ofrecen mapas del mundo en los que observamos, si miramos atentamente, las claves y códigos de nuestra cultura, las convenciones y los valores del contexto en el que son diseñados. En realidad, la representación cumple con su función sólo si aceptamos una cierta interpretación basada en una serie de códigos de reconocimiento (visuales, simbólicos, culturales) que aceptamos como válidos o adecuados, con los que compartimos un modo de ver y percibir el mundo y que nos permite actuar. El nivel de constructivismo de estos códigos es muy alto. Además, la representación también implica la intencionalidad de los agentes como elemento imprescindible.


No estoy situándome en terreno relativista, no, estas representaciones son empíricamente adecuadas, nos ofrecen información sobre los fenómenos y comprendemos mejor el mundo objeto de nuestra curiosidad científica. Pero no es menos cierto que estos modelos y representaciones están insertas en esquemas conceptuales más amplios que ofrecen imágenes del mundo, son contextuales y responden a valores e intereses históricos.

Creamos mundos, somos hacedores de mapas, “mapmakers”. Y el espacio de construcción social y difusión de los conocimientos, de significados y cultura hoy es el ciberespacio. Y fue el ciberfeminismo, heredero del posmodernismo de D. Haraway, con autoras como Sadie Plant, la autora de ceros+unos la que propició una época de optimismo con respecto a la posibilidad, ahora sí, de que las mujeres, las personas con valores e intereses diferentes a los dominantes construyeran en un espacio cuyas características permiten la libertad para crear, quebrar significados petrificados y diseñar nuevas y liberadoras asociaciones de ideas. Porque nuestras utopías y exploraciones pueden encontrarse ahora, como afirma Sadie Plant, en el espacio no jerarquizado, democrático, del paisaje digital. El ciberespacio se presentó como la oportunidad radical de cambiar las cosas, no porque desaparecieran los cuerpos sino por las posibilidades de construir cultura sin que importe el juego de centro-periferia. Como señalaron Faith Wilding y el Critical Art Ensemble en un estudio sobre el ciberfeminismo: 

El territorio del ciberfeminismo es extenso. Los objetivos de su lucha son el ciberespacio, el diseño industrial y la educación: es decir, todos aquellos campos en los que el proceso tecnológico presenta un  sesgo sexista por el cual se excluye a las mujeres de las posiciones de poder dentro de la tecocultura.


Pero a pesar del optimismo de los ciberfeminismos lo cierto es que las mujeres son desalojadas de la producción de contenidos, más aún después de la publicación de ese texto escrito a finales de los 90. Las claves de la construcción de contenidos de todo tipo en el ciberespacio, sigue siendo eminentemente androcéntrica pero se ocultan ante la aparente democratización y accesibilidad a todos los contenidos, algo profundamente engañoso. Desde el punto de vista de la construcción y representación de los conocimientos los constructores de mapas siguen siendo hombres que seleccionan en función de sus valores, objetivos e intereses.

El “éxodo”, como lo califican algunos, de las mujeres del ámbito de la informática y que yo defino como “desalojo” es interpretado por aquellos como el resultado de las libres elecciones de las mujeres que tienen ahora otras preferencias, gustos e intereses. La realidad es que más de la mitad de las mujeres que trabaja en los ámbitos y profesiones informáticas abandona presionadas y obligadas por un ambiente de trabajo machista (macho work environments), gran aislamiento y presiones de trabajo extremas. Esta pérdida de la presencia de las mujeres en el núcleo de la creación informática es no sólo una gran pérdida del talento desarrollado sino un desalojo del núcleo de la creación de significados, artefactos y representaciones de nuestra tecnocultura actual.

La imaginación tecnológica abre nuevas e insospechadas posibilidades culturales y democráticas. Coincido con algunas críticas en que la educación en la imaginación tecnológica no es trabajo de los ingenieros y científicos en computación, es una cuestión eminentemente humanística, de las humanidades implicadas con las tecnologías digitales, tanto para desarrollar análisis teóricos y una comprensión más profunda acerca de las claves de nuestra tecnocultura actual, como para imaginar nuevas posibilidades de expresión, representaciones del mundo y construcción de proyectos liberadores de futuro. La creación imaginativa de las narrativas y representaciones requiere de la participación de las mujeres conscientes de la relevancia de este proceso. Y requiere de una mayor formación crítica de toda la ciudadanía para advertir los mundos de significados que recorremos en nuestras rutas de navegación.

La comprensión humanística de esas narrativas, mitos, valores, nuevos significados y afirmaciones que reclaman el estatus de verdad en el mundo de la tecnocultura, y especialmente el ciberespacio, requiere de la categoría género y de la acción crítica constante ante las reelaboraciones y resistencias a la presencia de las mujeres y valores diferentes en el espacio privilegiado de la construcción de los mapas que guían nuestros pasos, orientan nuestros proyectos y definen el espacio de lo imaginable.  Representaciones visuales, narrativas, ficciones, codifican nuevas relaciones sociales y con el mundo. Debemos ser, por ello, activas co-productoras de los significados que pueblan el ciberespacio y dan forma a nuestra cultura.

Imagen de Girls in ICT



No hay comentarios:

Publicar un comentario