13 abril 2016

Mujeres que ocultan la Luna. Mujeres que conocen.

Mujeres que ocultan la Luna, mujeres que conocen.

(Texto incluído en el catálogo de la exposición Centaurides de Alfonso García)








I

¿Conoces a las mujeres de Tesalia? ¿Aquellas que eran capaces de ocultar la Luna?
Cuenta el mito que las centáurides habitaban en las montañas de Tesalia. Blancas mujeres centauros imaginadas por el retórico Filóstrato y por el poeta Ovidio en su Metamorfosis. Seres extraordinarios que miran al cielo para determinar sus destinos. Destino de muerte por amor el de la soñadora Hylonome, cuando Cyllarus viaja a las estrellas.


De Tesalia, la primera astrónoma reseñada en la historia, conocedora de los ciclos de Saros, del arte de los caldeos de la vieja Mesopotamia, capaz de predecir eclipses, una mujer con conocimientos: Aglaonike, la mujer que podía hacer desaparecer la Luna a voluntad. Cálculos pacientes, aprendidos, tablas de efemérides que recogen los acontecimientos de los cielos.

Mujeres tesalias, sabias, que a través de la mirada de Horacio, Virgilio o Platón se convierten en malvadas brujas o en otra cosa: Considera, amigo, si esto es útil para ti y para mí, no sea que nos suceda lo que, según dicen, sucede a las mujeres tesalias que hacen descender la Luna, esto es, que la posesión de este poder en la ciudad sea al precio de lo más querido[1].

Aglaonike de Tesalia, en el mito de Orfeo y Eurídice la malvada suma sacerdotisa de Hécate: la diosa de la Luna, la señora de la noche, la que conoce, la que sabe. La que enseña que lo femenino es valioso por sí mismo porque encierra una eterna sabiduría, mujeres libres de las cadenas de los hombres dominadores[2]. Centáuride preñada de Luna.

¿Conoces a las mujeres tesalias? ¿Conoces a las mujeres que tienen el poder de ocultar a la Luna?


II

¿Y a la gran Hipatia? Tracemos una genealogía de astrónomas, de mujeres, recuerda a las olvidadas, a las que no ocupan sino unas pocas líneas en los tratados científicos que moldean nuestra cultura, y a aquellas que se convierten en iconos del ideal masculino.  Modelos geométricos del universo, la perfección matemática objeto de la búsqueda de las pitagóricas: Theano, Myia, Damo y Arignote. La filosofía platónica inspira a Hipatia y coloca en sus manos astrolabios, la magia de los números, los ciclos, el bien, la verdad y la belleza en sus ojos y en su mente. 

Buscadora incansable de la sabiduría, un viaje a través de los conocimientos, situado el espíritu en un estado de revelación, de contemplación, de teoría. Hipatia quiere alcanzar la experiencia de ver la verdadera realidad, la causa original de la realidad temporal, el origen y la explicación del porqué de las cosas. Los ritos sagrados de la filosofía se hacen accesibles a quienes buscan la sabiduría tradicional así como a quienes estudian los principios de las matemáticas, la geometría y la astronomía. Ella enseña a sus discípulos la Aritmética de Diofanto, las Cónicas de Apolonio, la Sintaxis matemática de Ptolomeo y redacta los Comentarios, leídos por Copérnico. 


Museo y Biblioteca de Alejandría, papiros y pergaminos, volúmenes de saberes acumulados destruidos, soberbia, celos, luchas de religión y por el poder, carne lacerada y desmembrada de la gran astrónoma que buscó la Morada de sol, Heliocentrismo imaginado. Desmembramiento y desaparición de la cultura clásica, heroína de Voltaire y del Romanticismo.


III

Microcosmos y macrocosmos, el corazón, las entrañas conectadas con el universo, un mundo vivo, lleno de energías e influencias vitales. Sólo corazón.

Hildegarda de Bingen, Liver scivias, Tierra envuelta en cascarones celestiales concéntricos que influían en los acontecimientos terrestres, pero no esféricos, sino ovoides, vulvas sugeridas. Cosmologías. Vidas, conocimientos y logros de mujeres en las manos de Christine de Pizan en la Ciudad de las Damas

Parteras, sanadoras, cuidadoras, boticarias y cirujanas. Trótula y las Damas de Salerno, mujeres firmemente ancladas a tierra, empíricas, ávidas de saberes prácticos que rechazan las creencias astrológicas de los médicos. Tratados que acaban olvidando a quienes llenaron sus páginas de sabios remedios y observaciones sobre la vida, sobre los ciclos, sobre las hierbas y las medicinas, una tradición que reescribe la historia y borra sus nombres. ¿Quiénes fueron? ¿Quiénes escribieron? La historia no las recuerda.


Mujeres sabias, que conocen, que transmiten los saberes de generación en generación y que acaban en la hoguera. Brujas, buscadoras del mal para los hombres.


IV

Sophie Brahe, Marie Cunitz, Urania propitia, Elisabeth Hevelius, Machinae celestae, Maria Winckelmann Kirch, Nicole Lepaute. Observadoras pacientes de los cielos: escudriñar con el sextante, computar, calcular, corregir viejas observaciones, elaborar calendarios, publicar almanaques, redactar libros de de efemérides solares, lunares y planetarias. El Sol rige el universo y la Tierra baila a su alrededor, calcula la conjunción del Sol con Saturno y Venus, la de Júpiter y Saturno, computa sin descanso. Lalande, director del observatorio de París, dedica L’ Astronomie des dames a Mme Lepaute, su trabajo, seis meses calculando desde la mañana a la noche, permitió predecir la vuelta del cometa Halley, un éxito del sistema newtoniano, mérito que la historia atribuye sólo a Clairaut.

Caroline Herschel anota en su diario: Hoy he contado cien nebulosas, y esta tarde vi un objeto que, según creo, mañana resultará ser un cometa. Y al día siguiente: el objeto de anoche es un cometa[3]. Su descubrimiento fue publicado en las Philosophical Transactions. Fue sólo uno de sus múltiples reconocimientos y sólo una parte del ingente trabajo para elaborar el catálogo británico de estrellas, publicado por la Royal Society.
Las mujeres suben a los tejados, abandonan el lugar natural de las damas en la oscuridad de la noche, todas quieren telescopios, todas quieren observar las estrellas, conocer las novedades de los cielos, como sus hermanas astrónomas. E imaginan selenitas en la Luna -¿cómo serán? Son Soñadoras de estrellas.

Y ¿por qué no imaginar? Arrojar el lastre de los dogmatismos y recuperar el auténtico pulso del pensar, sustituir los saberes filosóficos petrificados y cuestionar los saberes heredados. Es época de revoluciones y de sueños. Kepler había imaginado vuelos estelares, barcos con velas adaptadas a la brisa de los cielos, y habitantes en la Luna en Somnium y Fontenelle muestra en sus Entretiens sur la pluralité des mondes las nuevas concepciones del universo. Descartes lo ha llenado de vórtices, plenum de materia sometida a fuerzas mecánicas, universo ilimitado. Las damas de ciencia, las filósofas, se preguntan por las posibilidades abiertas en un mundo infinito, desarrollan un pensar libre de armaduras o abrazaderas, la libertad del pensar comienza con la pregunta curiosa, con el uso de otras lentes, con la filosofía del  y ¿por qué no?


V

Las fuerzas de atracción rigen el universo. Algarotti escribe Il newtonianismo per le dame asistido por la gran Madame du Châtelet, quien reclama su derecho a filosofar: Juzgadme por mis propios méritos o por mi falta de ellos, pero no me veáis como un apéndice de aquel gran general o aquel renombrado académico. Esta estrella que brilla en la corte de Francia o aquel afamado autor. Soy por mí misma una persona completa, responsable única de mi misma, de todo lo que soy, todo lo que digo, y todo lo que hago[4].

Emilie traduce al francés Philosophiae naturalis principia mathematica de Newton, en los que incluye valiosos comentarios, mientras Voltaire le dedica poemas y la ama. “Traidora a la causa”, diagnóstico de la Academie des Sciences por redactar Institutions de Physique. La metafísica de Leibniz y el principio de razón suficiente era una forma de preservar la necesidad y constancia del orden natural, y la libertad humana, la respuesta al porqué de las leyes establecidas más allá del cómo a la que la física matemática da respuesta. Newton ofrecía como causa la omnipotencia de Dios para crear el mundo, un ejercicio de su propia voluntad y libertad. Seres humanos sometidos al destino divino, pero, advierte Emilie: Dios podría cambiar de opinión y ¿qué libertad nos queda?

Preguntas que ya no cabe plantear a la nueva Filosofía Natural. Sociedades científicas, academias al servicio de la ciencia, el nuevo orden establecido exigía sólo de algunos retoques para ser completado.Alcanzadas las certezas gracias a la física matemática, el progreso de las naciones sería el fruto más preciado, la búsqueda de la longitud finalmente un problema resuelto y barcos cargados de riquezas provenientes del nuevo mundo inauguran un futuro prometedor para los sujetos de la ciencia. Desentrañados los misterios del universo, el resto de los interrogantes obtendría respuesta en las mentes de los hombres racionales y lógicos. Ellas debían apartarse. Oh! Adiós a los Destellos de sol e infinito

Las “bluestocking”, el epíteto de las mujeres instruidas, las preciosas ridículas de Moliere, Les femmes savantes, las que osan reclamar autoridad intelectual, no saben lo que hacen, se acabó el tiempo de imaginar, es el momento de la modernidad, del desarrollo de la tecnología, del protagonismo del científico varón: el sujeto autorizado de conocimiento, el más alto de la escala evolutiva, el responsable del progreso de nuestra especie.


VI

Harenes de sabias mujeres al servicio de la gloria de Pickering y Hubble. Siete horas al día, seis días a la semana, catalogar las estrellas que eran fotografiadas y clasificar sus espectros, obreras de la astronomía. Mentes creadoras, sistemas de clasificación de estrellas surgieron de sus cabezas, Annie Cannon, Antonia Maury, Williamina Flemming.  Henrietta Leavitt desveló patrones regulares en la luminosidad de las Cefeidas, cálculos necesarios para estimar las distancias relativas entre estrellas, el tamaño de nuestra galaxia y del Universo. Infravaloradas, no reconocidas.

Mileva Maric, las ondas gravitacionales susurran tu nombre, la compañera de Einstein apartada de su camino, pero ¿quién le habló del espacio-tiempo? y ¿quién dio forma matemática a su imaginación?. Ella reclama desde su tumba, la lápida inscrita: Mileva Einstein, un lugar en la historia[5]. Jocelyn Bell supo por primera vez de los faros del universo en la oscura inmensidad, púlsares, estrellas de neutrones emitiendo haces de radiación electromagnética, susurrando los secretos del universo. Nobel que fue a otras manos.Sombría de cielo, invisibles, olvidadas, méritos de ellos.


VII

Brujas, ocultadoras de la Luna, sabias, observadoras de los ciclos de la naturaleza, cazadoras de regularidades, computadoras, mujeres que hablan el lenguaje de la precisión matemática y el de la imaginación y la creatividad. Miradas pensadoras trazan una genealogía de mujeres que reclama ser conocida, un lugar en la historia, visibles a los ojos de las nuevas generaciones. Aristóteles sentenció que el mayor ornato de las mujeres era el silencio, silencio que significaba ausencia de la voz autorizada. Sus mentes, inferiores por naturaleza, no están destinadas al conocimiento, sino a la procreación y al placer, sometidas al varón, quien habla en su nombre, dueño de la voz pública. Nuestra cultura lo asumió, se articuló en base a la asimetría y la desigualdad. 

No! las centáurides se rebelan, son cachitos de cielo recostadas firmemente en el suelo de la vida, que observan los cielos e imaginan nuevos mundos futuros, mundos posthumanos liberadores, superadores de jerarquías y desigualdades, habitados por seres dialogantes en su diversidad y pluralidad, configurando armonías entre razón y pasión.



Febrero de 2016









[1] Platón, Gorgias, 513
[2] M. Santana, “Astronomía babilonia”, en Mujeres astrónomas y matemáticas en la Antigüedad, 2004. FCOHC.
[3] Margaret Alic (1991), El Legado de Hipatia. S. XXI, p.154
[4] Carolyn Iltis, (1977), “Madame du Châtelet’s Metaphysics and Mechanics”, Studies of History and Philosophy of Science, 8, p.3
[5] I. Perdomo, “Mileva Maric. A la sombra del genio”. Filosofía, ciencia y género. Blogspot

Imágenes de la exposición y piezas cortesía de Alfonso García


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